Primero un robo: «Lo que se hace por amor, se hace también más allá del bien y del mal.» (¿no había un aforismo más cursi? (…) (…) (…) (…) (…) no che, no había…)

Segundo: Robar no está tan mal si uno no sabe que corno escribir, entonces roba. (…)

Quiero decir que me he dado cuenta que Beltrán me provoca, aunque sea totalmente diferente, muchas cosas parecidas a la gran ciudad en la que hoy en día me toca pasar la mayoría del tiempo. A falta de capacidad de inventar una historia, abusar de los nombres y crear algún que otro personaje, sólo divagaré.

Caminar sobre la piedra, eso es estar en Beltrán. Si bien el asfalto es para muchos una excusa para alardear o de comodidad, la piedra, caminar sobre ella, patear algunas, es más intenso. Los caminos de piedra son duros como los de asfalto, pero son torpes, son tortuosos si uno no tiene nada en los pies que lo proteja al caminar. Caminar en la piedra y hablar es otra cosa, no es lo mismo caminar en el asfalto y hablar en el asfalto. Uno puede pensar mucho cuando camina en el también llamado pavimento, en cambio las piedras hacen más inocentes las palabras y en la desesperación se dicen cosas más inesperadas, aunque uno erre en la puntería al lanzar esa frase, aunque la frase misma en la cabeza no sea lanzada porque en un paso fue pisada.

Hacia mucho tiempo que no tenía la sensación de caminar en esos caminos de Beltrán. Los pasos en la piedra, si uno acompaña o es acompañado, son parte de la conversación, o lo que es peor, en lo que no siempre reparamos, los pasos en estos caminos tienen su propia conversación, y que pocas veces escuchamos (cuantas cosas haríamos si escucháramos, quizás nos detendríamos y nos miraríamos un segundo más largo, más de frente). Pareciera que estos caminos no son ya caminos, sino otra cosa, no importa qué, pero es tan estremecedor pensar, que cuando pisamos nuevamente el asfalto nuestro cuerpo se mueve hasta diferente, nuestros pies cambian nuestra postura. ¿Nos damos cuenta de esto?

Una vez escuché, pero fui demasiado tímido. Ella siguió de largo sin que yo dijera algo. Esos pasos me habían susurrado, en el momento que pise unas piedras dispersas y extrañas, que ellos no sabían que decirle a los suyos, que era yo el que tenía que detenerla y mirarla un rato de frente, quizás hasta cerrar los ojos…

(¿no había otra cosa más cursi para escribir? (…) (…) (…) (…)  mejor no te respondo…)