No hay nada para decir, pero ella siguió caminando, siguió, como sigue todo el mundo por el bosque, sin estacionarse demasiado, sin prestarle verdadera atención, dejándose rodear por lo verde, la falsa naturaleza, lo artificial que tiene el orden, por lo irracional de la razón. Y así pasó, frente a varios y varias a la vez, muy al instante, muy ambiguos. Pero nadie la miraba, nadie le prestaba atención. Más que nunca sintió que no estaba en su lugar y sin pensarlo, sin que nadie lo pudiera percibir, se le escapó un suspiro, una gota de aire que salió de sus pulmones en busca de un poco de libertad, o de más de si misma.

Imaginaba ella que nada le valía mucho la pena. Pero seguía caminando como si eso no pasara. Al mismo tiempo que imaginaba, nada pasaba, no había en su expresión algo que delatara su mente.

Pensó en detenerse, pero le pareció que hacerlo era una estupidez.

Esto fue lo último o estuvo a punto de serlo. Tengo que seguir, o terminar, no sé qué es peor, o sí. No importa tampoco pensar en eso, tengo que seguir, pase lo que pase, cueste lo que cueste.

Mucho tiempo nunca es demasiado. Siguió caminando, pensando, sin que nada le valiera la pena, sin que nadie pudiera adivinar su mente, casi hasta el punto de preguntarse en dónde estaba. Ella lo sabía pero la idea de perderse siempre le atrajo. Venir al bosque, al invento de bosque, era poner en práctica eso, pero siempre fue imposible, el bosque no era impredecible. Los carteles no le dan ese lugar, lo caminos, las calles que lo rodean, la gente que lo transita. Merecen morir pensaba ahora, pero siguió caminando, al fin y al cabo matarlos a todos resulta imposible, alguien sospecha tarde o temprano que los están matando.

Se acordó de la embarazada, de lo linda que era su sangre y se dio cuenta que no la había probado, que la había dejado coagular sin pasarle la lengua y ver si era tan dulce como su voz. Pensó que se estaba volviendo pelotuda, pero sabía que no era ella, que eso le era ajena. Le dieron ganas de comer, pero no de ir a comprar la comida. Alguien tiene ganas de sufrir.

Y alguien está sufriendo. Miro mis manos y están temblando, llenas de sangre pero no tengo nada, estoy limpio. Igual veo las manchas.

El bosque no le interesaba que ella lo recorriera. A ella tampoco le interesaba el bosque. En su cama había dejado a la embarazada. Decidió que era tiempo de volver, quizá dormir un poco, masturbarse antes y después acostarse. Pensar, sobre todo pensar, eso es lo que debía hacer porque tenía que volver a hacer algo, un poco de arte, o algo que se le parezca un poco.