Insisto, sin nada con lo que insistir, pero es normal en tiempos secos, en climas secos y en sentimientos secos. Como todavía no tengo nombre posible para una historia, tampoco tengo historia, tampoco tengo algo que decir, ergo, no hay nada que leer. Esto no es duro, es seco. Es un pequeño mundo que no quiere, o yo no puedo contar. A veces me pregunto hasta que punto lo conozco, si es que he recorrido sus puntos. Ahora, en este instante la oscuridad me rodea, y mi cuerpo se siente estúpido, si, estúpido.

No. ¿Hay algo para contar? Esa no es la pregunta, la cual sería: ¿Encuentro algo que me guste contar? No, ya lo dije antes, no tengo una historia. Tengo muchas trabas. Quiero borrar esto, quizás hasta sea bueno que lo haga, pero no lo voy a hacer. Estan prevenidos, mejor no lean, mejor abandonen.

En el camino de piedras comenzó a alejarse, quise alcanzarla, la corrí. Mientras más rápido lo hacía ella más lejos estaba. Me detuve y vi que volteaba. Me miró. Ya estaba lejos, y yo tarde. – Respirá, que yo algo escuché…- Su voz se escuchó lejana en mis oídos, suave pero intensa. Mis piernas casi se quiebran y mis brazos atajaron mi cuerpo con las rodillas. Agaché, suspiré y volví a levantar la cabeza, entre las bocanadas de aire intenté decir algo. Nada salió. Me di media vuelta y la calle estaba vacía, llena de piedras y los gritos se convirtieron en chirridos en mis oídos.